
Y lo mismo que decimos de las imágenes de Jesús podemos decirlo de las de la Santísima Virgen o de los santos. A través de la veneración a estas imágenes estamos adorando al verdadero Dios, que ha hecho maravillas en estas personas transformándolas a imagen suya. Porque a los que conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, llamado a ser el primogénito entre muchos hermanos. Los santos reproducen así la imagen de Cristo y nos introducen en su misterio.
Conclusión: Las veneramos pero no las adoramos y nos deben de unir en fraternidad sin fanatismo.